Volver a la Rutina

勇気と強さ
Todos tenemos nuestra rutina, hasta los que huyen de ella por ahogo acaban teniendo ciertas costumbres que por repetidas la conforman. Pienso que el ser humano la necesita, es inevitable intentar dotar de orden al caos y sólo lo conseguimos replicando nuestros hábitos cada día, además, podemos constatar que esto no sólo lo hacemos por obligación si no también por devoción. Llevar al colegio y recoger a nuestros niños, ir al trabajo, comer, volver, bañar y alimentar a los enanos, cenar, leer y dormir, casi todo es rutinario durante la semana laboral. ¿Pero, qué ocurre cuando llega el tiempo de asueto? Exactamente lo mismo, buscamos fórmulas recurrentes para ocuparlo, cenamos con amigos los mismos días, hacemos deporte a las mismas horas, veraneamos en los mismos lugares y si cambiamos de destinos o nos aventuramos a viajes improvisados establecemos una agenda que nos acompañará durante diez, quince o veinte días. Gracias a esto, disfrutamos y recordamos aquellos momentos imprevistos que por su singularidad rompen este orden canónico, pero los apreciamos sólo por su carácter excepcional ya que si se desbocan y caemos en una vorágine embarullada, entramos en un estado de anestesia del que no despertamos hasta que conseguimos restablecer una disciplina. Tras una noche complicada e insomne, ayer llegué a dudar sobre mi capacidad de amanecer por la mañana, pero entre pensamientos inconexos propios del duermevela concluí que no me veía con fuerzas de afrontar un Martes insólito. He observado que cuando me veo obligado a quedarme en casa por enfermedad o reposo, cosa que sucede aproximadamente una vez cada lustro, todo me resulta extraño, no sé lo que encontraré en la televisión, si bajo a la calle no me cruzo con ninguna cara conocida y si decido ensimismarme en la lectura o visión de una película, no me concentro porque mi cerebro no asimila esas actividades sin estar en su contexto habitual. Al final, me descubro mirando al infinito en un estado de letargo dificilmente comparable que me empuja a acudir a la oficina a las tres de la tarde con 38 de fiebre, en poco tiempo me encuentro mejor y desaparece la enfermedad o el cansancio.
Tras esta íntima disertación Punsetiana, todavía entre sueños, me he acordado de los más de cuatro millones de personas sin empleo cuyo reto diario es dotar de estructura a su jornada, tras el shock inicial del primer día sin una ocupación definida deben lograr la ardua y desagradecida tarea de organizar la nueva situación y establecer unas rutinas que a la postre serán sin duda el preámbulo del hallazgo de una nueva actividad laboral que devolverá a sus vidas la añorada y aburrida normalidad.
Lejos de terminar aquí, mi marea de ideas propia del estado casi alucinógeno típico de la primera fase de ensoñación, me ha llevado directamente a Japón, dónde el rápido encadenamiento de catástrofes ha provocado que cientos de miles de personas que afrontaban sus quehaceres habituales han visto como el mar devoraba sus vidas y la anarquía más absoluta se apoderaba del país más organizado del mundo y me he dado cuenta de que ante esto no hay utopías que valgan, las catástrofes son parte de la naturaleza y no son dominables, sólo nos queda la solidaridad, colaboración y ayuda urgente para que el pueblo nipón pueda recuperar la deliciosa monotonía perdida lo antes posible. Esta sociedad sin duda lo logrará y saldrá reforzada, siempre ha conseguido superar con éxito los castigos a los que ha sido sometida por su turbulenta situación geográfica y por la enajenación transitoria que sufrió el planeta hace setenta años. Por el contrario, al mismo tiempo, parece que se aleja la posibilidad de que el pueblo Libio, abandonado a su suerte por las siempre ineficaces y pusilánimes naciones unidas, pueda alcanzar (que no recuperar) unas rutinas fundamentadas en la libertad. Si no ayudamos YA a que su revolución llegue a buen fin, el proceso global de conquistas democráticas se verá irremisiblemente frenado sin fecha de reactivación.
Por fin, me dormí y pude disfrutar un Martes más, un día normal y corriente, que termina como casi todos los demás escribiendo una entrada de un blog y reflexionando sobre las cosas que no deberían suceder pero suceden. Por cierto, como en muchas otras ocasiones desde este foro, me gustaría recordar a Haiti, allí el caos sigue latente y cuantos más años pasen, más difícil será organizar unos usos y costumbre de los que ya nadie se acuerda.
Para terminar, un vídeo y tres denuncias:



UNO- Denuncio la demagogia de todos los políticos en todos los lugares: si la nuclear es buena y necesaria para nuestro sostenimiento energético lo es y punto. Pero si cómo podemos deducir de lo acontecido es peligrosa y nociva, ya lo era antes del desastre japonés, por lo tanto, aunque rectificar es de sabios, si Merkel y otros decidieron alargar la vida de las centrales y ahora se retractan acuciados por la opinión pública podemos concluir que, o bien se equivocaron entonces o bien lo hacen ahora. Demandemos seriedad y análisis.
DOS- Denuncio el aprovechamiento que los mismos Mierdas de siempre hacen de cualquier situación para escupir sus miserables y provocadoras diatribas. Muy a mi pesar tengo que enlazarlo para ilustrar mi acusación aunque no directamente a sus blogs para no darles más visitas de las que merecen.
TRES- Denuncio, por si no ha quedado claro, la inoperancia de la ONU, OTAN y cancillerías occidentales para preservar la vida y libertad de los pueblos oprimidos.

¿No es maravillosa la rutina? Que le pregunten si no a esos felices eurodiputados que con aspecto dubitativo y tras una larga semana de inacción abandonan cada Viernes su puesto de trabajo antes de tiempo...

Comentarios

  1. Muy de acuerdo con las 3 últimas denuncias.

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  2. Respecto a los puntos 1 y 2, te dirá que he visto en Twitter cosas tan absurdas como: "los medidores de radiactividad son demasiado sensibles"; "la energía solar mata a más personas que la nuclear"; "dónde se ha demostrado que la radiación es perjudicial"... En fin...

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