Superficial

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Quedarse en la superficie es pensar que los problemas se arreglan sólo con un cambio de gobierno.
Quedarse en la superficie es culpar de todos los males a nuestros adversarios.
Quedarse en la superficie es suponer que los recursos energéticos actuales son inagotables.
Quedarse en la superficie es sostener que los medios defienden intereses partidistas y no empresariales.
Quedarse en la superficie es obviar la realidad de las tres cuartas partes del planeta.
Quedarse en la superficie es confiar en que nuestro estado de bienestar es irreversible.
Quedarse en la superficie es no aceptar que otros pueden estar más cerca de lo cierto que nosotros.
Quedarse en la superficie es forrar paneles y farolas con fotos y eslóganes, por supuesto que lo es.
Quedarse en la superficie es decir que sí a todos los que protestan, por muy revolucionarios que estos sean.
Quedarse en la superficie es no reconocer que nuestras democracias son manifiestamente mejorables.
Quedarse en la superficie es afirmar que lo que tenemos no es democracia.
Quedarse en la superficie es promulgar que todos los partidos y políticos son iguales.
Quedarse en la superficie es hacer responsables a los ciudadanos de la mala praxis política.
Quedarse en la superficie es desear la destrucción de los mercados.
Quedarse en la superficie es defender que el sistema financiero debe seguir rigiéndose por las mismas normas.
Quedarse en la superficie es alborozarse con la victoria de unos.
Quedarse en la superficie es deprimirse por la derrota de otros.

Vivimos rodeados de tal superficialidad que parece que cuando una red social cambia alguna función nos venimos abajo, que no somos capaces de ver que la caída en desgracia de un aborrecible mandatario no es tan buena noticia y que si vetamos en masa a un medio de comunicación o a una empresa concreta cientos de trabajadores inocentes se ven afectados.

Hace unos días, una deplorable y celebérrima agencia de calificación, emitió una nota precipitada además de errónea que pudo hundir la economía de una nación como Francia. Por supuesto, a muchos nos pareció una actitud punible y deleznable digna de tener serias consecuencias para los responsables de dicha firma, por lo menos en el país en el que opera. Pues bien, todos, y digo todos, hacemos lo mismo a diario a través de Twitter, emitimos juicios de valor instantáneos que no sólo no están contrastados sino que en la mayoría de los casos están a su vez basados en otros juicios de valor y no en la fuente de la noticia. Ni se nos pasa por la cabeza el daño que podemos perpetrar pero la realidad es que diciendo tantas cosas al día, necesariamente, algunas son falsas y cuanto más hablamos más erramos.

Todo ello y mucho más está en la superficie, en una superficie de basura nauseabunda que algunos dan en llamar opinión pública no siendo más que una metáfora de esas grandes moles de plásticos y deshechos de tamaños continentales que dicen, vagan por los Océanos Pacífico y Atlántico sin que haya recursos para poder recogerlas. Preocuparse por ellas es desde luego necesario pero también superficial. Sacar conclusiones sería bucear hasta encontrar la causa de dicha acumulación de detritus, atajarla y tomar las medidas necesarias para que no vuelva a producirse.



Es completamente imposible defender la utopía de una ponderación global basada en un ejercicio de reflexión individual soportado por la escucha atenta y activa a todos los que nos rodean sin importarnos la premisa de la que prejuzgamos partirán. Sin embargo creo que debemos intentarlo, si al hablar olvidamos que nuestro interlocutor es de izquierdas, de derechas, burgués, pijo, perroflauta, cura, ateo, sabio, necio, homosexual o hetero, entonces lograremos llegar al fondo de lo que intenta expresar. Lo podemos hacer, en casa, en el trabajo, cenando, escuchando una conversación ajena en el bus o en Twitter y esa actitud no es utópica, conozco personas que la practican.

Nosotros no podemos pasar por alto nuestro propio sistema de creencias y valores pero si podemos obviar lo que creemos saber de los demás. Por eso este blog también se queda en la superficie, porque al escribirlo no puedo huir de mis intereses, ni escapar de mis fobias, ni esquivar mis carencias intelectuales, sólo espero que quien lo lea sí sea capaz de eludir las sospechas que sobre mis intenciones o tendencias tenga, no porque no sean acertadas sino porque no le permitirán quedarse ni con una idea de las que deseo transmitir.
¿Por qué no hacer el esfuerzo? Aunque sólo sea para disentir, criticar o incluso insultar, creo que merece la pena hacerlo desde el fondo, porque desde el fondo es difícil escapar pero la superficie invita a la fuga.

PD: Este post te lo dedico a ti que huiste esta semana presa de tus prejuicios y obsesiones sin llegar a saber que nunca fuimos tan amigos como tú clamabas ni ahora somos tan antagonistas como tú te crees.


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