Ciegos

Gracias por ver y dejarnos mirar.
In Memoriam José Saramago 1922-2010
El último día del año me llevó a la última página del "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago y sigo bajo los efectos de la profunda conmoción causada por lo leído. Sospecho que realmente estamos todos sumidos en una ceguera que no se puede curar porque nuestra falsa videncia impide su diagnóstico, sin embargo, hemos sabido adaptarnos escogiendo falsos lazarillos que nos muestran el camino hacia la realidad aparente que deseamos creer.

Si necesitamos ver un enemigo global que encarne el mal en la tierra, alguien nos lo mostrará y en pocos meses estaremos inmersos en una nueva guerra de imprevisibles consecuencias, convencidos de la necesidad de apoyarla para lograr nuestra salvación conjunta. Llegará el verano y hablaremos más de la importancia estratégica del otrora desconocido estrecho de Ormuz que de los seres humanos que se juegan la vida en el de Gibraltar. ¿Nos han abierto los ojos? No, más bien nos han dirigido la mirada.

Si necesitamos creer en la justicia económica global o en el control internacional de los mercados financieros, alguien nos enseñará la utilidad de ceder al desarrollo de los países más pobres un 0,7% de nuestro PNB y otro nos descubrirá las bondades de la tasa Tobin para evitar la especulación bursátil. ¿Nos han abierto los ojos? No, lo que han hecho ha sido enfrascarnos en un debate estéril sobre medidas escasas para así impedirnos ver más allá, diseñar las correctas y exigirlas.

Si necesitamos confiar en la extraordinaria valía de un nuevo gobierno, un experto en imagen e ingeniería política nos diseñará uno agradable a la vista de la mayoría imperante y a poder ser también de las minorías latentes, de este modo, haga lo que haga nos parecerá bien o por lo menos necesario. Si se da el caso de que la situación no mejora, otro alguien, el especialista anterior que diseñaba enemigos malignos, nos hará mirar hacia las supuestas maldades y torpezas de un gobierno anterior. ¿Nos han abierto los ojos? No, en realidad nos han impedido ver la corresponsabilidad de todos, incluidos nosotros, en la situación que padecemos y así han vuelto a impedir que adquiramos la lucidez necesaria para tomar las medidas oportunas. Este tipo de ceguera es por supuesto extensible a la vida interna de los partidos, empresas e incluso familias.

Puede también que necesitemos muchas otras cosas para afianzar nuestro éxito social, para eso siempre hay un guía dispuesto a abrirnos los ojos. Unos ofrecen el paradigma de una unión familiar excelsa y una moral única que entorpezca la visión de una realidad plural. Otros invitan a indignarnos y revolucionarnos provocando una falsa sensación de clarividencia temporal cuya alta dosis de ineficiencia propositiva podría sumergirnos en unas tinieblas aún más frustrantes. Los más, nos seguirán deslumbrando con exóticas vidas ajenas, ropajes, vehículos, relojes, gadgets teconológicos u otros elixires de felicidad que permitan divisar el espejismo en que se ha convertido el objeto de nuestra existencia.

En ocasiones decidimos romper los cristales opacos de nuestro microcosmos pero a menudo llegamos tarde.



La ceguera propuesta por Saramago es blanca como un mar de leche, el blanco contiene en su espectro todos los colores, por lo tanto este mal no depende de ideologías sino de actitudes. Puede que perdiendo el miedo a las criticas o el rechazo y desechando la adicción al arraigo consigamos sanar y avanzar.
Nada es imposible, ni siquiera en 2012.

PD: Hablar sobre república bajo el trauma de un delincuente presuntamente noble noble presuntamente delincuente, impide reflexionar con lucidez sobre el tipo de república que querríamos.

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