Inhabilitados

¿Viajan en platillos volantes hacia ningún lugar?
Me interesa la política desde que tengo uso de razón, tanto es así que hace un tiempo encontré un antiguo cuaderno en el que, en algún momento indefinido de mi tierna infancia, pegué cromos de alienígenas bajo los cuales escribí el nombre de personajes políticos de la época, desde Peces-Barba a Felipe González pasando por Carrillo o Fraga. No creo tener ninguna enfermedad mental o por lo menos no está diagnosticada, a pesar de ello recuerdo perfectamente mi evolución adolescente desde el anarquismo, tras leer alguna cosa de Bakunin, al marxismo para aterrizar finalmente en el socialismo moderno.

Una fuerte convicción ideológica social-demócrata me llevó en 1996 a dar un paso más,  ese año decidí no entregar mi voto y cambiarlo por un compromiso más formal, pensaba que una etapa había finalizado. Fue entonces, cuando empecé a observar desde una agrupación de distrito los graves problemas de perspectiva, rotación y estructura que minaban cualquier intento de hacer política y generar ideas - los responsables de aquella agrupación siguen siendo los mismos -. A pesar de todo, más de quince años y algunas decepciones después, sigo dedicando parte de mi tiempo libre a colaborar con el partido más antiguo de España, ese que fascinó a mi abuelo, ese que debería volver a representar a una mayoría progresista y aspirar a construir un modelo social más justo y solidario.

Sin embargo tengo un oscuro pasado que me inhabilita para poder dedicarme temporalmente a hacer política, hoy intercambio pudor por vanidad y me dispongo revelar ese pasado. Confieso que he desperdiciado los últimos diecisiete años mi vida, opté por dedicar mi formación a trabajar por y para la empresa privada. Jamás he asistido a un mitin, ni he pegado carteles, ni he agitado banderas, ni siquiera en los momentos de gloria.
Miro hacía atrás y revisando los perfiles curriculares de los líderes y no tan líderes, de uno u otro color, que han regido nuestros destinos durante las últimas décadas, concluyo que quizás en 1996 debí abandonar la carrera que estudiaba para dedicar más tiempo a pasear por mi agrupación de distrito y aprender técnicas fontaneriles de liderazgo demagógico.
Hoy me doy cuenta de que al decidir compatibilizar mis estudios con un puesto de becario en una televisión autonómica lo que estaba haciendo era correr en dirección opuesta a los que ya estaban soñando con micro-cargos de futuro en un micro-cosmos del pasado.
Ahora me percato de que dedicar fines de semana a estudiar un máster dirigido a progresar en mi carrera profesional me estaba impidiendo asistir a "interesantes" actividades y debates cuyo único objeto era dejarse ver para lograr que algún "padrino" impulsase el despegue de una mera militancia hacía atractivos puestos de poder. Por fin tengo la absoluta convicción de que mi periplo laboral a través de empresas de producción y distribución audiovisual - con alguna aventura empresarial de por medio - me ha discapacitado para la política, posiblemente de por vida. El esfuerzo de estudiar algunos idiomas tampoco ayuda a este respecto, es exigible para contratar a un recepcionista en una compañía multinacional pero no para ejercer cargos políticos con responsabilidad internacional.

En definitiva, he llegado a la conclusión de que puede que el hecho de mezclar seres extraterrestres con personajes políticos cuando era un niño no fuese tan extravagante porque en ocasiones parecen provenir de otro planeta y puede que sea eso lo que provoca un inexorable alejamiento de la ciudadanía y sus problemas mundanos. Me temo que hay muchas más personas que quisieran participar y no pueden, están inhabilitados por una trayectoria pasada en el mundo real. Intuyo que seguirán llegando aquellos morenazos cuya sinceridad a prueba de bombas les obliga a reconocer su ansia por forrarse o aquellos otros delincuentes que se sienten amparados por la ineptitud de ciertos jurados tan populares que también son inhábiles para juzgar nada.

Los conceptos filosóficos de democracia y política han sufrido muchas mutaciones a lo largo de los siglos, yo deseo un futuro utópico para mis hijos en el que puedan admirar a todos aquellos y aquellas que decidan hacer un BREVE paréntesis en sus vidas para dedicarse al servicio público y bien común aportando los conocimientos adquiridos a lo largo de sus carreras. Sueño con el día en el que todos podamos aprender de la experiencia de los que saben más que nosotros, sólo pretendo lo mismo que pretendo de mis jefes, que me enseñen.

Mientras llega ese día, no me atrevería a sugerir a nadie que ingresase en un partido político, no siempre es recomendable visitar la cocina del sitio adonde vamos a comer. Yo ya conozco ese lugar, por lo tanto sólo me queda apoyar para la dirección del partido de mis afectos y desafectos a todo aquél que muestre y demuestre una actitud renovadora sustentada por un soporte curricular que vaya más allá de la militancia. Si todo sigue igual, ningún problema, sólo tendré que dejar de malgastar mi tiempo de ocio y centrarme en el negocio, lo que no deja de ser una forma de negar el ocio.

La dedicación política debería ser una paso más en la trayectoria profesional de un individuo, nunca el primer y último paso, a ver si nos vamos entendiendo.


PD: Sé que generalizar es injusto y que por tanto el artículo de hoy lo es también. No todos los que están en política adolecen de un vacío curricular extra-político pero los que hay son tan llamativos que fagocitan al resto. También sé que los dos últimos presidentes de los Estados Unidos de América tienen una trayectoria profesional previa a la política y por lo tanto que es viable exigirla.


Comentarios

  1. Comparto al 100% lo que dices, así ha sido en las agrupaciones y por desgracia, parece que así seguiremos a pesar de los esfuerzos.
    Suerte compañero
    Besos
    Belen

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    1. Todo cambia querida Belén, esto, algún día, también.
      Un beso

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  2. Hoy me decido a escribirte, querido amigo, aunque bajo el anonimato que me presta tu blog. Espero que no te importe que me extienda un poco. Al leer tu última entrada, sólo espero que todo lo que cuentas no hay sido un jarro de agua fría en un día, de un solo un disparo, sino que sea simplemente una reflexión semanal...en cualquier caso y sea cual sea el motivo, lo lamento profundamente. Lo lamento no por ti en particular, porque eso debe entrar dentro de tu entendimiento de la política “tradicional”, sino por lo que significa. Porque no te deberías sentir defraudado por darte cuenta de eso, porque así ha sido –desgraciadamente- siempre, o casi siempre (probablemente un buen ejemplo era el vídeo de post de la semana pasada; probablemente). Defraudado, jamás, y menos en lo personal. En cuanto a lo conceptual… La función pública del político nunca debería venir dada por la carrera política, por el profesional del mitin y del discurso (ni de la demagogia, como dices). ¿Acaso nadie se da cuenta de que en la empresa, cuando alguien se dedica a ascender sin trabajar, se le llama "hacer política"? ¿Acaso nadie cae en por qué se le llama politiqueo al "politiqueo"? ¿o al “hacer pasillo” –como en el Congreso? Si para cualquier profesional el mejor jefe es aquel que además de ser profesional, es buen político, ¿no se lo podría aplicar nadie? El buen jefe lo es porque cree en lo que hace, no porque nadie se lo haya enseñado; porque cree en quien trabaja con él (a veces mucho mejores que él) y cree en el objetivo a alcanzar. Y además, es "político", y aplica lo aprendido. Porque eso debería ser la primera premisa. Ser un profesional reconocido en algo, tener estudios y saber idiomas...es la base. “Vaya tres patas pa´ un banco!” que diría alguno, ¿no? Efectivamente, tres patas en lo MÍNIMO para un banco, es lo mínimo para que se sostenga. Y entonces, y sólo entonces, ser político. Desde luego, así nos luce a todos los españoles. Sin embargo, querido amigo, no pienses que debes dejar de lado tu implicación. Juega con ello, porque es desde dentro de ese juego donde podrás aportar tu granito de arena (o tus cimientos). Piensa que en la mayoría de los casos los líderes no lo han sido por querer ser líderes sino por creer en lo que hacían, y además ser políticos. Y un día les ha llegado su éxito. Éxito que no es sinónimo de recompensa ni de reconocimiento público, sino de buenos resultados por la labor bien hecha; sin condiciones ni rémoras y, sobre todo, sin créditos políticos a devolver. Sin la necesidad de que les vanaglorien, sino con las ganas de ver cada día efectos positivos derivados de sus actos, y reconociendo los errores y solucionando los problemas. Y si eso es lo que buscas, no descanses, porque el éxito te llegará de cada aspecto mejorado que obtengas por lo que aportes, grande o pequeño, reconocido o no, pero será tu éxito… Pero no descanses. No te sientas defraudado. Ojala de muchos, pero muchos como tú, estuvieran sembrados todos los partidos… Mejor nos iría a todos.

    PD: Cuando hablo de un banco, hablo de los de que sirven para sentarse, por supuesto. A los otros “bancos” les sobran las patas y les falta cabeza.

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    1. Muchas gracias, desde luego si en Venus todo el mundo es tan amable como tú, me mudo allí sin dudarlo un instante.
      Un abrazo, amigo (o amiga)

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