Paréntesis

Entre paréntesis...
Llegó el momento de abrir un paréntesis. Debo abrirlo porque puedo abrirlo, soy afortunado. Ha llegado el turno de mi familia, son ellos quienes ahora me necesitan, a la vista está que deben necesitarme mucho menos que la empresa que me paga, o puede que el escaso tiempo que pasamos juntos sea comparativamente más productivo y eficiente que el laboral. En fin, mañana apretaré el botón de "pausa", ya que aún conservo mi trabajo podré hacerlo pero no olvidaré lo que me espera a mi regreso, nuestro regreso.

Cuando volvamos de vacaciones nos encontraremos de nuevo con más de cinco millones de amigos, vecinos o familiares que no han podido descansar porque no tenían de qué hacerlo a pesar de no existir peor cansancio que el de caminar sin rumbo, sin saber adónde vamos, cuándo llegaremos y cuántos más obstáculos encontraremos por el camino. Puede también que en el mejor de los casos, muchos de ellos hayan dedicado el estío a trabajar, recuperando la rutina añorada y ahora se reencuentren con la dura realidad del no-descanso permanente.

Regresaremos y quizás nos sorprenda leer algún estudio de la Confederación Española de Heladeros confirmando la extraña bajada en el consumo de este veraniego manjar, entonces puede que recordemos que 17 de cada 100 niños españoles han de conformarse con comer lo básico, están empezando a descubrir lo que significa la pobreza.

Encontraremos los coles vacíos porque los profesores no tienen más remedio que enfrentarse y protestar por el bien de nuestros hijos, los abuelos jubilados volverán a su trabajo no remunerado, cuidar y educar a sus nietos. Así, llegará el invierno y se repetirá la lucha del curso anterior por tener calefacción en las aulas, llegarán los Reyes de Oriente con menos regalos que nunca mientras nosotros seguimos tan desorientados como siempre.

Tendremos que acostumbrarnos a las nuevas modas, dicen que en la temporada otoño-invierno primará el material escolar vintage, los cuadernos reciclados y los peinados en boga serán las greñas desaliñadas o trasquilones caseros, a gusto del no-consumidor. También estarán muy de moda las epidemias otrora erradicadas y las salas de cine y teatro okupadas o reconvertidas en centros de distribución de Inditex o Mercadona. Seguiremos viendo como decrece el consumo de primera necesidad mientras sigue aumentando el del lujo, se difuminará un poco más la clase media y por fin seremos ese país de contrastes que tan llamativo resulta y tanto entusiasma al turista baratero, una nación de ricos muy ricos y pobres muy pobres.

Y todo ello gracias a que dentro de pocos días...

Volverán nuestros óscuros golondrinos
en nuestras Cortes sus culos a posar,
y, otra vez, con vergüenza a Europa 
rogando llamarán;
pero aquellas revoluciones que el aire refrescaban,
su impostura y nuestra dicha al contemplar,
aquellas revoluciones que aprendieron nuestros nombres...
    ésas... ¡No volverán!  (¿O sí?)

Pero eso será a la vuelta y sólo será si lo consentimos, por ahora abramos un paréntesis y por favor, no llaméis tanto al gobierno, no reprobéis sus vacaciones porque en su caso lo importante no es volver, lo fundamental sería que se quedaran. A los incrédulos, a los que creen que ciertas instituciones y personas son imprescindibles, les convendría preguntar a un belga, uno de esos que añoran ese año y medio en que vivieron sin gobierno. Yo lo he hecho y me han confirmado que pocas veces fueron tan felices y casi nunca funcionaron las cosas mejor.

(Abro un paréntesis para soñar con democracias cooperativas, economías solidarias, sistemas políticos comunitarios y quizás federalismo europeo. Utopías alcanzables en tiempos turbulentos, al fin y al cabo...)

Por supuesto quien desee regresar para seguir persiguiendo un Conejo Blanco cual Alicia, es libre de hacerlo...


PD: Valgan mis disculpas a Gustavo Adolfo Bécquer y herederos por la tropelía cometida con su rima.

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